lunes, 6 de agosto de 2012

REMINISCENCIAS SOCIO-POLITICAS DE LA MUSICA FOLKLORICA BONAERENSE (PARTE II)

ENTRE MAYO Y EL BRASIL
Por Gabriel Turone.-

Antes de introducirnos en la música de la Confederación Argentina, justo es manifestar que los años previos a 1829 han despertado en el gaucho -merced al grito de Mayo, la guerra de la Independencia, la heroica resistencia artiguista y las refriegas contra el Brasil- la invención de nuevos sonidos folklóricos que signaron, por así decirlo, el carácter épico-patriótico de la poesía. Hoy, buena parte de los géneros aparecidos en esas primeras décadas del siglo XIX ya no se tocan ni se bailan, por eso pasaron a la galería de bailes llamados ‘históricos’. Otros, los menos, son bailes ‘vigentes’ que de tanto en tanto suenan en peñas folklóricas o en jineteadas para el Día de la Tradición o en alguna fiesta pueblerina. Al presente es bastante difícil, si bien no imposible –y nos llena de tremenda emoción cuando así sucede- escuchar alguna pieza ‘histórica’ perdida en el tiempo. Abrevamos que la ejecución de un baile o sonido ‘histórico’ es obra de bailarines y músicos con gran erudición acerca del folklore criollo, virtud y pasión a la que, por cierto, ya casi nadie se entrega.
Si hablamos de bailes ‘históricos’ de la campaña bonaerense, enumeremos al Pericón, al Cielito, a la Polca (modelo europeo), la Media Caña o, todavía más desconocido que todos ellos, la Cuadrilla. No fueron danzas similares; el Pericón es asimilado como “baile de conjunto de parejas interdependientes”, al igual que el Cielito y la Media Caña, lo mismo que la Cuadrilla. En cambio, la Polca modelo europeo fue tipificada como “baile de pareja enlazada o abrazada”. La diferencia entre ambos es la libertad para los movimientos. Preciso es mencionar al histórico Pericón, que es una variante del Cielito, origen que comparte con la Media Caña, de allí las diferentes maneras de llamar al primero como “Pericón de Media Caña” o “Cielito Apericonado” [1]. Notamos que ya en 1810 el Pericón comenzaba a tener una cierta popularidad no únicamente en la provincia de Buenos Aires sino también en Catamarca, Mendoza, Córdoba, Corrientes y Entre Ríos, y más tarde al sur del Chaco. Desde Mendoza se produjo el contagio del Pericón en la República de Chile por parte de los soldados del Regimiento de Granaderos a Caballo, como consecuencia del Cruce de los Andes en 1817, alcanzando allende las montañas una grandiosa difusión. Miguel Torres ha escrito, con acierto: Pericón gaucho argentino/ que atravesaste los andes/ de la mano del más grande/ de todos los correntinos/ en aquel país vecino/ dio el alerta un clarín/ cuando vibró un fortín/ porque en aquellos terrenos/ los bailaron los chilenos/ y el general San Martín. Dicho furor logró su cúspide, quizás, en el año 1831, cuando el unitario Domingo Faustino Sarmiento, de paso por Chile, memora en su Recuerdos de provincia haber bailado incesantes pericones. Con el correr de los años, esta danza vivaz y alegre añadió nuevas figuras, como el “molinete”, la “corona”, “armas al hombro” y así hasta el empleo de pañuelos azules y blancos que, ondeados por las parejas, representaban al Pabellón Nacional. Así lo ha presenciado y anotado Alberto Palomeque en Tacuarembó, Uruguay, en las postrimerías del siglo XIX. Justamente por este tipo de colorida coreografía tan particular del Pericón, es que el mismo se fue ganando el mote de danza nacional.
La trayectoria del Pericón languidece en las arenas del circo, cuando “los hermanos Podestá lo exhuman e insertan en las truculentas aventuras circenses de Juan Moreira –apunta Leonor Capeto-. Esa obra era, al principio, mera pantomima hasta que un hotelero francés sugiere a José Podestá acompañar la acción con palabras. En efecto, en 1886, en el estreno en Chivilcoy se incluyó un Gato con relaciones en la escena de la pulpería. Tres años más tarde, la representación fue montada en Montevideo. En esa ciudad (…) el Pericón sustituyó al Gato”. El Pericón Nacional, nominación que debe su origen al compositor uruguayo Gerardo Grasso, por 1887, perduró hasta la década de 1920 con algunos ingredientes movimientistas más: “balanceo”, “demanda”, “espejito”, “puente de pañuelos”, etc., etc. En 1906, la aparición en el baile de un pañuelo amarillo representaba al sol. Otro baile y danza típica de la provincia de Buenos Aires fue el Cielito o Cielo. Tuvo aceptación en casi todas las provincias argentinas a excepción de las patagónicas (salvo Río Negro), aunque debe su génesis a la campaña bonaerense.

Lázaro Flury, en un estudio sobre la poesía gauchesca, afirma: “El Cielito ya había aparecido como danza, probablemente adaptado del “countri dance” allá por el año 1805. Pero su letra anterior a las composiciones de Hidalgo era siempre festiva y amorosa”. Lo que quiere decir Flury es que la modificación temática de los Cielitos, que a partir de 1821 comenzaron a relatar hechos de la patria naciente, ha sido por obra del poeta oriental Bartolomé Hidalgo, pionero en el Plata. Bartolomé Hidalgo fue “el primero en capturar no sólo el lenguaje propio del criollo, sino también sus emociones, sus anhelos, sus esperanzas”. Homenajeó con Cielitos al período que ilustramos aquí, desde Mayo de 1810 hasta el año 1822, donde relata las consecuencias de la caída del Directorio porteño a manos de los caudillos federales Estanislao López y Francisco “Pancho” Ramírez. Los Cielitos de Hidalgo surgen en la imprenta y toman conocimiento en la campaña hacia 1821, aunque se cree que por lo abarcativo de su obra, comenzó a escribirlos desde una década atrás (1811), fecha en que hizo su ingreso a las filas del ejército oriental del “Protector de los Pueblos Libres” Artigas. Muere un 23 de noviembre de 1822, con 34 años de edad, apenas cuatro años luego de haber venido a Buenos Aires, lleno de sabiduría gauchesca e inspiración telúrica. Sus Cielitos “se afirmaban en el ideal de todos los criollos: la libertad”, por eso se inspiró en la batalla sanmartiniana de Maipú, en el emocionante éxodo del pueblo oriental junto a José Artigas o en las protestas de un gaucho de la Guardia del Monte contra el Rey Fernando VII quien, renuente, no aceptaba nuestra completa independencia (“Allá va cielo y más cielo,/ Libertad, muera el tirano,/ O reconocernos libres,/ O adiosito y sable en mano”; o estos otros versos: “Cielito, y otra vez cielo,/ Bajo de esta inteligencia,/ Reconozca, amigo Rey,/ Nuestra augusta Yndependencia”.).

[1] Se lee en un recitado para Pericón: Del cielito vino luego/ el antiguo Pericón/ danza patricia que es honra/ de la criolla tradición.

Bibliografía - “Atlas de la cultura tradicional argentina”, Dirección de Publicaciones de la Secretaría Parlamentaria del Honorable Senado de la Nación, Buenos Aires, Argentina, Agosto de 1988. - Capeto, Leonor. “Varias parejas y un bastonero para bailar al ritmo del pericón”, Sección Campo, Diario La Nación, 26 de septiembre de 2009. - Hidalgo, Bartolomé. “Cielitos y Diálogos Patrióticos”, Ciordia & Rodríguez Editores, Buenos Aires, 1950

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